Actualmente, Nuevo León cuenta con 41 áreas naturales protegidas, que es alrededor del 9.4 por ciento de su territorio, sin embargo, falta mucho por trabajar en este terreno, ya que se busca alcanzar la meta establecida por la Organización de las Naciones Unidades (ONU) para el 2030, que es del 30 por ciento de los ecosistemas terrestres protegidos.
Ante este escenario, el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León César Cantú Ayala hace un llamado al gobierno y la sociedad para cuidar, proteger y destinar recursos a estos espacios naturales que brindan aire limpio, agua, paisaje, suelo y alimento a través de los polinizadores que ahí habitan y que son claves para los cultivos, además de ofrecer otros beneficios ambientales.
En el estado falta incorporar alrededor de 1 millón 300 mil hectáreas para lograr la meta del 30 por ciento, así como destinar recursos y equipo para su protección y mantener las áreas de la mejor manera, para que nos brinden los servicios ambientales que requerimos para vivir, como la provisión de agua, que es el más importante”.
César Cantú Ayala
Investigador especialista en ecología de poblaciones de la UANL
Entre los ecosistemas que se han visto amenazados por el desarrollo de nuevos fraccionamientos y crecimiento poblacional se cuentan el Cerro de las Mitras, el Cerro de la Silla, el Cerro del Topo Chico y el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, siendo este último relevante para la entidad al abastecer alrededor del 70 por ciento del agua que se consume en el área metropolitana de Monterrey.
“De las 177 mil hectáreas que tiene actualmente el Parque, el 10 por ciento ya se perdió en amparos que han puesto los propietarios de estos terrenos que desean desarrollar proyectos urbanísticos, que no significa que los vayan a hacer, pero están en una condición de espera mientras esta situación se define”.
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¿Cómo proteger un ecosistema?
Un área protegida es un espacio que reúne características importantes desde la perspectiva de la biodiversidad y que contiene ecosistemas en buen estado, donde operan los procesos ecológicos y evolutivos de manera natural, además de permitir que las especies se desarrollen de forma natural.
Pero para hacer que todo lo anterior se realice con normalidad, el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León señala que no solo basta con declarar oficialmente a un área como protegida, sino que debe generarse un programa de manejo en el que se describa qué es lo que contiene cierto espacio, sus tipos de ecosistemas, así como su flora y fauna.
Posteriormente, hacer un diagnóstico de las condiciones en que el área se encuentra respecto al uso de los humanos, al mismo tiempo que se plantean actividades planificadas para resolver cada una de las problemáticas que se presenten en un plazo definido con actores participantes como instituciones, organizaciones y sociedad adentrados en la materia.
Como dato relevante, un área protegida a nivel mundial tiene 27 personas asignadas para trabajar en ella por cada 100 mil hectáreas. En el caso de México, por cada 100 mil hectáreas se tienen seis personas asignadas, es decir, hay un déficit en este rubro.
“Por ejemplo, el Parque Nacional Cumbres de Monterrey tiene 177 mil hectáreas y tiene cinco personas asignadas, por lo que está aún por debajo de la media nacional, que son seis”, señala el profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la UANL.
Actualmente, Nuevo León cuenta con 41 áreas naturales protegidas, que es alrededor del 9.4 por ciento de su territorio, sin embargo, falta mucho por trabajar en este terreno, ya que se busca alcanzar la meta establecida por la Organización de las Naciones Unidades (ONU) para el 2030, que es del 30 por ciento de los ecosistemas terrestres protegidos.
Ante este escenario, el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León César Cantú Ayala hace un llamado al gobierno y la sociedad para cuidar, proteger y destinar recursos a estos espacios naturales que brindan aire limpio, agua, paisaje, suelo y alimento a través de los polinizadores que ahí habitan y que son claves para los cultivos, además de ofrecer otros beneficios ambientales.
En el estado falta incorporar alrededor de 1 millón 300 mil hectáreas para lograr la meta del 30 por ciento, así como destinar recursos y equipo para su protección y mantener las áreas de la mejor manera, para que nos brinden los servicios ambientales que requerimos para vivir, como la provisión de agua, que es el más importante”.
Entre los ecosistemas que se han visto amenazados por el desarrollo de nuevos fraccionamientos y crecimiento poblacional se cuentan el Cerro de las Mitras, el Cerro de la Silla, el Cerro del Topo Chico y el Parque Nacional Cumbres de Monterrey, siendo este último relevante para la entidad al abastecer alrededor del 70 por ciento del agua que se consume en el área metropolitana de Monterrey.
“De las 177 mil hectáreas que tiene actualmente el Parque, el 10 por ciento ya se perdió en amparos que han puesto los propietarios de estos terrenos que desean desarrollar proyectos urbanísticos, que no significa que los vayan a hacer, pero están en una condición de espera mientras esta situación se define”.
¿Cómo proteger un ecosistema?
Un área protegida es un espacio que reúne características importantes desde la perspectiva de la biodiversidad y que contiene ecosistemas en buen estado, donde operan los procesos ecológicos y evolutivos de manera natural, además de permitir que las especies se desarrollen de forma natural.
Pero para hacer que todo lo anterior se realice con normalidad, el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León señala que no solo basta con declarar oficialmente a un área como protegida, sino que debe generarse un programa de manejo en el que se describa qué es lo que contiene cierto espacio, sus tipos de ecosistemas, así como su flora y fauna.
Posteriormente, hacer un diagnóstico de las condiciones en que el área se encuentra respecto al uso de los humanos, al mismo tiempo que se plantean actividades planificadas para resolver cada una de las problemáticas que se presenten en un plazo definido con actores participantes como instituciones, organizaciones y sociedad adentrados en la materia.
Como dato relevante, un área protegida a nivel mundial tiene 27 personas asignadas para trabajar en ella por cada 100 mil hectáreas. En el caso de México, por cada 100 mil hectáreas se tienen seis personas asignadas, es decir, hay un déficit en este rubro.
“Por ejemplo, el Parque Nacional Cumbres de Monterrey tiene 177 mil hectáreas y tiene cinco personas asignadas, por lo que está aún por debajo de la media nacional, que son seis”, señala el profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la UANL.